La fibrilación auricular es la arritmia cardíaca más frecuente en el mundo.
Aparece cuando se produce un cambio en el ritmo normal del corazón, también denominado ritmo sinusal, el cual tiene una frecuencia entre 60 y 100 latidos por minuto. Este ritmo sinusal es un ritmo regular y se adapta a las necesidades de cada momento de las personas. Así, por ejemplo, cuando dormimos la frecuencia será más baja, mientras que cuando realizamos ejercicio, como el corazón y el resto del cuerpo necesitan más sangre, la frecuencia será más alta.
En cambio, en la fibrilación auricular el ritmo del corazón es muy irregular y no depende de las necesidades de energía de la persona que la sufre, sino que se caracteriza, muchas veces, por provocar frecuencias cardíacas muy rápidas sea cual sea la situación en ese momento, incluso por encima de los 150 latidos por minuto.
Por ello, cuando aparece la fibrilación auricular, el paciente suele notar palpitaciones muy rápidas.
Otros síntomas que pueden notarse cuando aparece la fibrilación auricular son dolor en el pecho, asfixia o dificultad para respirar, cansancio, sensación de debilidad generalizada, mareos e incluso pérdidas de conocimiento.
Es más frecuente que la fibrilación auricular se produzca en personas con otros problemas en el corazón, sobre todo en las válvulas, pero también puede aparecer en personas con otras enfermedades crónicas (como en el pulmón, riñón o diabetes) y en personas sanas.
Las consecuencias de padecer fibrilación auricular, especialmente a largo plazo, se ha visto que son las siguientes:
- Aumento del riesgo de muerte. Es decir, los pacientes que presentan fibrilación auricular tienen más posibilidades de morir que las personas de su misma edad que no tienen fibrilación.
- Aumento de la necesidad de hospitalización, sobre todo para intentar controlar la frecuencia cardíaca, y en personas con otras enfermedades, tanto en el corazón como en otros órganos, porque la fibrilación auricular les afecta mucho más.
- Aumento de la posibilidad que aparezca insuficiencia cardíaca, en la que se acumula líquido en el cuerpo, sobre todo en pulmones y piernas, y que es más frecuente en personas con otras enfermedades en el corazón. Resulta una mala combinación el sufrir fibrilación auricular y otro problema en el corazón, porque uno perjudica o empeora al otro y viceversa. Estos pacientes son los que más tienen que ingresar en el hospital y los que tienen más mortalidad.
- Disminución de la calidad de vida y de la capacidad de hacer ejercicio, especialmente cuando se comparan con personas de su misma edad con ritmo sinusal.
- Afectación de la salud mental del paciente, así como en su entorno familiar más cercano, debido a las consecuencias nombradas anteriormente.

Fibrilación auricular e ictus
Sin embargo, la complicación o consecuencia más importante de la fibrilación auricular es el riesgo aumentado de accidente cerebrovascular o de infarto cerebral. Este riesgo puede ser hasta 5 veces más frecuente en las personas con fibrilación en comparación con las personas en ritmo sinusal.
Los infartos cerebrales aparecen porque en la fibrilación auricular la aurícula no se contrae o se mueve de forma normal, por lo que se acaba acumulando o estancando allí la sangre y se van formando coágulos. Estos coágulos pasan luego al ventrículo izquierdo y luego a la circulación, dirigiéndose con más frecuencia al cerebro.
Es cierto que esos coágulos pueden acabar en otros sitios u órganos, como en las piernas o en el riñón.
El infarto cerebral consiste en una interrupción o bloqueo de la circulación en el cerebro, por lo que las zonas que no reciben sangre acaban muriendo si no se revierte, y pueden aparecer signos como parálisis de un brazo o pierna, pérdida de la capacidad de hablar, entre otras complicaciones.
Para evitar que estas zonas del cerebro mueran totalmente por la falta de llegada de sangre hay que actuar lo más rápidamente posible para eliminar ese coágulo en el cerebro. Este coágulo se puede eliminar a través de medicación, denominada anticoagulante, o a través de un procedimiento a través de un catéter que, o bien lleva el fármaco al cerebro o bien es capaz de absorber el coágulo. Cuanto más rápido se actúe, mayores serán las probabilidades de recuperación. En ocasiones, el infarto cerebral provoca la muerte del paciente, sin poder actuar a tiempo.
En todos los pacientes que han sufrido un infarto cerebral o ictus hay que realizar un electrocardiograma para descartar que haya sido por una fibrilación auricular, sobre todo en los pacientes con antecedentes de fibrilación.
Además, precisamente por lo comentado anteriormente, todos los pacientes con fibrilación auricular deben estar con tratamiento anticoagulante para hacer que la sangre esté más líquida y disminuir la posibilidad de que se formen coágulos en el corazón. Sin embargo, ese tratamiento anticoagulante también puede provocar, al estar la sangre más líquida, sangrados internos sin motivo o mayores sangrados en accidentes o traumatismos.
Por eso es importante también tener muy bien controlado el nivel del fármaco anticoagulante en sangre para estar en un nivel llamado seguro. Este nivel seguro hace que la sangre esté lo suficientemente líquida para que no se formen coágulos, pero no tan líquida como para que aparezcan hemorragias en el cuerpo. De esta forma el riesgo que tiene tomar este tratamiento está compensado por el beneficio de evitar los infartos en la fibrilación auricular, especialmente los cerebrales, que pueden aparecer a cualquier edad y se tenga otra enfermedad o no, ya sea en el corazón o en otro órgano.
En algunos casos, la aparición del infarto cerebral en una persona lleva a descubrir la fibrilación auricular cuando se estudia a esa persona. Esto no suele ser lo habitual porque normalmente la fibrilación auricular da rápidamente la cara, aunque hay que saber los síntomas y acudir al centro de salud o al hospital más cercano ante la sospecha.
Por otro lado, en el tratamiento de la fibrilación auricular, además del fármaco anticoagulante, otro de los objetivos importantes es intentar controlar la frecuencia cardíaca e intentar revertir la fibrilación a ritmo sinusal. Estos dos objetivos diferentes se pueden conseguir de distintas formas:
- Con medicación antiarrítmica, para controlar que la frecuencia no se acelere mucho, o para intentar revertir la fibrilación auricular mediante la llamada cardioversión farmacológica.
- Con cardioversión eléctrica, a través de un choque eléctrico para conseguir revertir la arritmia a ritmo sinusal.
- Con tratamiento percutáneo, a través de un catéter, para “quemar” el sitio del corazón que produce la arritmia o interrumpir los posibles caminos que sigue la fibrilación auricular.